Anoche terminé de leer “El país de la canela”, una novela que me saqué en el fantabuloso intercambio de libros organizado por la Blu en diciembre pasado. Se trata de un relato imaginado sobre aquellos conquistadores españoles que, no contentos con haber conocido y haberse apoderado de las riquezas del Inca y de Quzco, un día salieron a buscar un lugar donde suponían había un bosque de canelos. Un subgrupo de esta expedición, originariamente liderada por Pizarro pero llevada al final por Orellana, terminó “descubriendo” y navegando completo el Amazonas.
Me gustó mucho el relato pero me apené un poco pues caí en cuenta que a mi edad nunca he visto un árbol de canela (de hecho, no sé si sea arbusto o qué, y nunca me había preguntado por esta planta), nunca he estado dentro de una selva o imaginado el Amazonas. Pensé que debo apresurarme porque un buen día de estos que el passenger ya habite fuera de mi panza y haya aprendido a hacer preguntas difíciles, me pondría en aprietos.
La novela es además una de esas sacudidas que de cuando en cuando necesitamos para recordar el montón de prejuicios con que nos enfrentamos a lo desconocido; el pasmo y los temores que lo recién descubierto nos provoca y la ceguera en la que a veces permanecemos a pesar de la fuerza de lo nuevo, de la vida distinta que se nos estampa en la cara o nos puede tronar los oídos….
Por otra parte, el inquilino que días atrás daba señas de ser un maestro del suspense o un vacacionista en Vallarta, esta madrugada se ha revelado como un pequeño admirador de la puntualidad inglesa. Poco antes de las 5 de la mañana empezó con unos toquidos insistentes porque ya quiere salir del saco. Pasan de las 11 y las contracciones no han parado, aunque tampoco escalado a un nivel insoportable, y como el papá del bebé tenía unos compromisos esta mañana, aquí estamos esperándolo.
El passenger cumple hoy sus reglamentarias cuarenta semanas y como dice el tango “tiene ganas de nacer y parir en español”.
1 comentario:
Acabo de recibir tu mensaje y me he puesto feliz. ¿A quien darle gracias por esto? A la vida que los vio con buenos ojos y les dio una de sus semillas para que hagan algo hermoso con ella.
Felicidades y ya quiero ver a Santiago, y a ti, claro... saber que estás bien.
Les quiero.
A la rorro niño...
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