julio 31, 2009

¿Qué falta?

Cuando uno está en un proyecto importante, que ha tenido muchas etapas o ha pasado por algunas vicisitudes, llega un momento culminante en que tiene que detenerse y preguntar ¿qué me falta por hacer? Puede ser el momento de una presentación final o la escritura de un reporte.
A mi esos instantes me gustan porque como soy muy listilla (es decir, muy dada a hacer y guiarme por listas de actividades) me gusta palomear y ver mis pendientes cumplidos.
Al principio de este viaje llamado gestación pensaba que se trataba de algo parecido. La preparación de las cosas (la cama, la habitación, la ropita, etc) que todo bebé precisa para llegar al mundo era como mi graduación o mi reporte final de este proyecto. Que si contactar al carpintero, conseguir la faja postparto, comprar la crema para los pezones, leer libros sobre el embarazo, definir la decoración del dormitorio del niño, estudiar sobre las fases del parto, acopiar pañales, mandar hacer esto y aquello, fumigar y lavar las paredes de la casa, apartar el paquete de hospital, organizar la maleta para el día del parto, en fin, un largo etcétera.
Hace unos días que esa lista prácticamente se agotó y ya no quedaron actividades por tachar, pero a diferencia con otros proyectos (que yo creía) parecidos, en esta ocasión el show final no se presentó pese a tener todo “a punto”, es decir, el bebé no ha nacido y yo misma me sentí extraña, como en una clase de proyecto muy nuevo, diferente, desconocido.
¿Ya hice todo? ¿qué me falta?, me he preguntado en estas horas. Algunas noches incluso me ha entrado un poco de ansiedad por sentir que el bebé no se da cuenta de que “todo” ya está listo para que él llegue o que, dándose cuenta, él se resiste a salir.
Luego me he echado a reir por la cuadratura de mi forma de ver el transcurrir de la vida que por años he querido acomodar en un cronograma, apuntar en una agenda o enlistar en los pendientes.
Hice terapia durante el embarazo, he meditado y leído mucho sobre estas casi 40 semanas y lo que ha mutado en mi la gestación. Pero hoy todavía me siento “en blanco” y por primera vez estoy tratando de sentirme optimista con este estado en que no siento dominar el camino por el que he de transitar. Siendo francas, no me alcanza la imaginación para describir cómo será un día completo con el bebé bajo mi cuidado exclusivo y no dudo que pronto descubriré que “todo” lo que preparamos Trk y yo para la llegada del passenger tendrá unos faltantes obvios que darán risa.
Quizá por eso me impactó (y me hizo chillar como Magdalena) la historia de Clara Rojas, la secuestrada por las FARC junto con Ingrid Betancourt cuyo libro “Cautiva” acaba de salir en México y por supuesto ya me chuté. Ella relata cómo supo y asumió su embarazo estando secuestrada en la selva, cómo fue su alumbramiento por cesárea, el cuidado de su hijo hasta los 8 meses, la separación de él por más de dos años y al final, el reencuentro ya liberada de la guerrilla. Clara lo explica con dos conceptos, o mejor dicho, dos experiencias vitales que se presentan de modo privilegiado en la gestación: Fe y Paciencia.
No importa que una haya tenido un embarazo inmejorable como creo ha sido el mío (no sólo por naturalmente no haber cursado mayores complicaciones, sino porque he tenido la compañía amorosa para vivir cada día y la atención médica y síquica que todas las mujeres deberíamos hoy poder disfrutar) o que haya sido azaroso o improbable como el de Clara Rojas y su hijo Emmanuel; es verdad que este viaje no es posible emprenderlo, y llegar al final, sin una dosis grande de fe, en tanto confianza y creencia (en Dios, en ti, en tu pareja, en el doctor, en la fuerza de la propia creatura, en los demás) y un buen stock de paciencia.
“Hay tiempo para todo” dice un conocido pasaje bíblico. Yo todavía estoy en el tiempo de espera; no me queda nada por hacer sino creer y esperar. Son las 0:23 del 31 de julio.

1 comentario:

La Blu dijo...

...se me escapó una lagrimita furtiva.

Probablemente haya que entender una vez más que la vida tiene su propio pulso vital, su propio latido... y que no siempre coincide con el nuestro.

Un abrazo grande, muy grande.