El nombre del blog se ha vuelto premonitorio. Tardíamente ha llegado la maternidad a mi vida. Ahora me tocará esperar otros balbuceos y ayudar a que se produzcan. Sostengo que tener un hijo es como emprender un gran viaje. Yo ya compré el boleto y me han cortado el ticket. Este será el registro de este nuevo gran viaje; para algunos de Uds quizás perderá interés. Para mi, la necesidad de soltar palabras al aire en un campo abierto y con mucho viento, como es el Internet, también cambia.
septiembre 17, 2008
Dos estampas por las semanas que han pasado
Bicentenario
Hace unos días estuvo en mi pueblo el historiador Enrique Florescano.
Dio una conferencia magistral y muy magisterial –quiero decir, muy docta y académica- sobre la forma en que se fue gestando la identidad nacional después de la Independencia. El tipo sabe y quienes hemos tenido algún chance de repasar alguna de sus obras, fuimos pensando que en un par de horas se iba a condensar el saber de varios libros y años de investigación. Así fue.
Florescano nos recordó que todas las revoluciones tienden a olvidar sus orígenes violentos tanto como que las derrotas (en nuestro caso fue ante EU) nos llevan a crear los “símbolos patrios” y a ubicar a éstos en el pasado remoto –lo más remoto posible pa que luego ya no sepamos de dónde vino todo y cuánto dolió, digo yo–.
Creo que esto es lo que nos pasa en México cuando nos ponemos a pensar en recrear nuestros centenarios. Queremos fiesta sin reflexión, fastuosos monumentos, expos y obras públicas, sin recuperar la historia.
Las celebraciones de la Independencia, desde Porfirio Díaz, se usaron como un recurso propagandístico y asombra que casi cien años después estemos en las mismas, sólo que ahora en lugar de un solo dictador con ánimo de hacer suyo un momento histórico, ahora tenemos a un montón de gobernadores, jefes políticos y demás, dispuestos a que la celebración sea suya.
“El peligro de toda celebración es el despilfarro, que se hagan las loqueras del gobernante en turno. Para evitar que esto ocurra (en el bicentenario que se avecina) necesitamos la participación y la denuncia ciudadana”, contestó Florescano cuando uno de los asistentes le pidió una opinión sobre el proyecto de un parque temático sobre la Independencia que el Gobierno de Guanajuato planea realizar en Silao, a un costo –se dice- que rebasa los 700 millones de pesos.
Pues sí, el peligro está latente.
Granadas de fragmentación
Los hechos están ahí y aunque insuficiente la información y repetitiva la exposición de los datos que se conocen, en general todos tenemos una idea de la magnitud y repercusiones que tienen el estallido de granadas en las plazas públicas de Morelia, justo cuando una multitud se aprestaba a celebrar el grito.
La reacción más común parece ser la indignación y el miedo. Yo lo comparto apenas, porque me ha tranquilizado mucho leer esta mañana, en los periódicos de mi ciudad, que el Secretario de Gobierno de nuestro Estado dice que “en Guanajuato hoy no tenemos absolutamente ninguna señal que nos ponga en esa tesitura de alerta”.
Otra reacción muy socorrida, especialmente entre los opinadores profesionales y los declarantes de ocasión, ha sido la de “reprobar esos hechos” y “descalificar los atentados contra la población”. He escuchado mucho el comentario de que con este hecho, el narco, la delincuencia organizada, se salta unos límites implícitos que hasta ahora les permitía su exitosa proliferación en nuestras sociedades. Esto es lo que me preocupa, lo que me parece un tremendismo hipócrita.
Por supuesto, nadie quisiera haberse encontrado antenoche en la esquina maldita de la Plaza Melchor Ocampo, en el centro de Morelia, pero ¿cuántas veces socialmente se ha validado la actividad de los narcos en nuestras comunidades? ¿acaso socialmente no se ha permitido y alentado que la riqueza que el narco derrama en nuestras ciudades haga florecer otras ramas de la economía? ¿es que nuestras sociedades han descalificado, con la misma indignación que ahora lo hacen, cuando los nuevos ricos, los ricos del narco, hacen negocios con los buenos empresarios de Morelia, de Uruapan, León, Hermosillo o Aguascalientes, cuando compran casas a sobreprecio o instalan empresas de fachada?
Varias publicaciones han hecho ver la imbricación del narco con las comunidades más pobres, indígenas o campesinas de Durango o Michoacán. Se explica que es por necesidad que mucha gente trabaja para el narco. Luego porque ellos mandan y no queda de otra. Pero ¿esto también ocurre en las ciudades?
Creo que socialmente nadie se indigna, ni le da miedo, ni reprueba las imágenes que ensalzan el poder económico avasallante sobre los demás, la idea de tener una hummer y veinte casas. La de comprar lo que sea –y mientras más se note, mejor– , incluso a la autoridad, los territorios y las conciencias.
Pongamos por ejemplo León. Se dice que esta ciudad se destaca, entre las ciudades medias del país, por contar con todas las distribuidoras de autos de lujo y cuenta con un récord de mayor número de autos nuevos adquiridos en la plaza. Igualmente, el mercado inmobiliario vive un boyante momento, especialmente en el sector residencial y de gran lujo. ¿Cómo explicar que una ciudad que ni siquiera figura entre las principales del país por su aporte a la economía nacional, de inversión directa o creación de empleos pueda registrar estos fenómenos? Por supuesto, no estoy probando con ello que León sea un paraíso del lavado de dinero y en específico del dinero del narco (quizá sólo es una expresión de lo desigual que es León, “la mejor ciudad para vivir”), pero me inquieta el fenómeno y no hay autoridad que después de informar el dato, ofrezca una explicación, ya no digamos un remedio.
En estos días, a propósito del otro doloroso caso de nuestra inseguridad pública, el secuestro del niño Fernando Martí, se ha destacado mucho la declaración de su padre “si no pueden, renuncien” echada en cara a los gobernantes del país.
A mi ver, es momento de rescatar otra también pronunciada por este señor, que en medio de su tragedia no perdió el foco: “Creo que como sociedad no hemos hecho lo suficiente”.
¡Qué ingenuos hemos sido de pensar que el narco estaba de pasada, que su business estaba en otra parte, que no había que oponerse a la derrama incidental de sus riquezas!
¡Qué ingenuos y comodinos!
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3 comentarios:
ojalá escribieras con más frecuencia, se te da la letra :)
(pero eso ya lo sabes, jo)
Nos gusta lo que hace el narco en nuestras ciudades, en nuestros pueblos, pero no nos gusta lo que hay que pagar para que eso suceda.
Hoy desperté con la noticia de que hay militares en Aguascalientes. Le pregunté a mi marido ¿qué pasará?, a lo que respondió "nada, aún no entienden que el narco es un negocio... no sólo un enemigo público".
Como sociedad somos un asco, pero ese es el costo de abaratar y ponerle trampitas a la educación en las escuelas públicas.
Saludos.
no te lo creas,pero, cada dia escribes como resentida social,alguien diria y no soy yo que en ti se engendra un germen revolucionario, en fin, salud y revolucion social, por cierto, ya es tiempo de releer el guanajuato 21 que se escribio por encargo de carlos medina y que fue dirigido entre otros por eduardo sojo, derbes y carlos flores.
Bueno yo difiero de Luis Nicolas, creo que lo que escribes es lo que muchos sentimos con la situacion actual, a lomejor si estamos resentidos socialmente, y yo me pregunto quien no?
Abrazos desde Escocia...
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