junio 01, 2008

Perder la fe y recuperarla

De los sueños que me falta por cumplir en la vida está el trabajar en una oficina de objetos perdidos.
Recuerdo que en los libros de texto gratuitos de la primaria había una lectura muy bonita sobre una de estas oficinas. Por mucho tiempo creí que este tipo de lugares era una estimulante ficción hasta que viajé por primera vez a Europa, en un ya lejano año de 1998. Entonces andaba en Ámsterdam tratando de darme a entender para llegar a una oficina de turismo, donde me iba a informar sobre hostales baratos y demás. Allí descubrí que las oficinas de objetos perdidos existían en la realidad y en algunos lugares funcionaban asombrosamente bien.
Mi confianza en estos lugares especialmente en el continente europeo decayó un poco en diciembre pasado cuando Trk y yo perdimos una chamarra en el aeropuerto de Schiphol, también en Ámsterdam, y el rastro de esta prenda nos siguió hasta Estambul y de regreso, vía París, pero nunca pudimos recuperarla.
Las oficinas de objetos perdidos me gustan por eso, por la probabilidad alucinante de cruzar pequeñas historias cotidianas, de encontrar un relato detrás de cualquier objeto y hallar la belleza en la casualidad de que alguien se tope con una cosa ajena y se tome el tiempo y se tiente el corazón para llevarla a la oficina de objetos perdidos.
Pero en los últimos días hay algo que me ha cautivado más que la imagen imaginada que tengo de trabajar en una oficina de objetos perdidos. Se trata de la imagen recreada de un hombre que ha perdido la fe y la ha recuperado.
Como parte de mis regalos de cumple, mi padre me regaló una anécdota que vivió la víspera de la muerte de mi tío Víctor.
Mi tío estaba a punto de ser intervenido en una cirugía para extirparle un tumor en el Hospital Juárez de la Ciudad de México. La bola cancerosa pesaba poco más de 5 kilos y le había crecido en cosa de unos meses por debajo del brazo, hasta engarzársele con las costillas y tomar el espacio de una buena parte de su tórax.
Después de casi dos décadas de un alcoholismo difícil de domar, mi tío había sido retirado paulatinamente de su ministerio. Era triste ver una vida consagrada para el sacerdocio “desde el vientre materno” llegando a su final sin la posibilidad del ejercicio sacerdotal pleno.
Paradójicamente su enfermedad terminal lo reconcilió con su opción de vida, con el ministerio del que lo había alejado la otra enfermedad, la indomable.
Él ya no volvió a una parroquia ni al tipo de encargos pastorales que tienen los sacerdotes de su preparación y entrega. Pero mi papá pudo atestiguar lo que yo me atrevo a llamar su resurrección en vida.
Cuando les cuento que mi tío estaba en el pabellón de oncología esperando el día de su cirugía, se puso a predicarles a los otros enfermos. Contiguo a su cama estaba un hombre maduro con cáncer de colón y uno muy joven con cáncer en la laringe. Entre muchos otros. Uno no podía excretar y el otro no podía hablar. Sólo un hombre que tiene fe puede hablar a otros que, como él, están en la línea de la muerte. Yo lo imagino explicándoles que Pascua significa Paso y que si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe. Esos eran unos de los pasajes evangélicos que mejor le salían (en mi muy particular punto de memoria) en sus días luminosos frente a púlpitos terregosos de los ranchos y comunidades que atendía.
He pensado todos estos días qué es la fe y para qué sirve. Poco he sacado para comentarles en términos filosóficos, antropológicos o teológicos, pero la posibilidad de ver la transformación de un hombre que perdió la fe y la recuperó, así fuera para encarar la muerte (para algunos, su pascua para mi), ha sido uno de los mejores regalos para encarar mi vida.


PS. Mi tío tuvo una operación exitosa. Le retiraron el tumor y los médicos mexicanos de un hospital público le reconstruyeron con mallas su tórax. Duró un mes en terapia intensiva y luego unos días en terapia intermedia. Un día antes de ser dado de alta y regresar a León, murió por un trombo. A mi me tocó comunicarle esta pérdida a mi abuela, otra mujer de fe.

PS.2. Se recibieron muchos magníficos regalos de cumple. Arturo me contó lo de las cenizas del queso de ceniza, Lilo me anunció el libro De todo lo visible y lo invisible, Tarito se lució con mi ropa deportiva y el volumen de Orientalismo, mi madre más que regalo me dio mi herencia tejida en hilaza y Carito me ubicó con la peli de Rodrigo García. Pillo, Nunu y muchos más me mandaron abrazos por montón. Me los ando dosificando porque pinta para ser un año largo largo…. Gracias por los regalos, gracias por pasar y por todo.

4 comentarios:

luis nicolas dijo...

para el registro mas exacto:

tu tio en efecto salio perfectamente de la operacion del cancer, es cierto, medicos de un hospital publico, cobrando cuotas de recuperacion casi simbolicas, le recostruyeron la caja toracica, las causas de su muerte fueron una pulmonia que no pudo superar, en lo demoas el relato, se ajusta a lo que te platique, faltan los nombres de quienes participaron en los eventos que se narran, pero esos no son importantes en la anecdota, lo cierto es que tu tio sobre todo en sus ultimos dias, se manifesto como lo que siempre fue: un hombre de bien que entendio y vivio su ministerio. Misterios de la fe que no pretendo ni estoy capacitado para entender.

NuNu dijo...

Sara,

Me gusta tanto pasar por aquí, creo que nunca me cansaré de decírtelo, pero si algún día escribes un libro me encantará leerlo....Tus letras tienen ese aire de esperanza y diversión que opacan un día soleado en comparación....

Gracias por el relato....Me ha gustado muchísimo....


Un abrazo muy fuerte

Alfonso Machuca dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alfonso Machuca dijo...

Sara:

Antes que nada, debo felicitarte por tu cumpleaños y tu aniversario en Mayo pasado. Confío en que todo esté bien.

Me alegró mucho leer este artículo por la emoción que transmites en la historia respecto a un episodio de una vida que impactó la tuya.

Dios permite esos momentos, usa a las personas para dar un mensaje, no sólo al que reciente la prueba, sino también a los que la ven y la viven.

Leo con mucho agrado, el mensaje que Dios te dio.

La fe es un regalo divino que está destinada a nunca perderse. Se olvidará o te alejarás por momentos, pero nunca la perderás.

Es un implante extrasensorial natural y espiritual que continuamente lucha con la mínima fuerza de la carne y su poder interno

Tal vez es eso lo que tu tío hacía cuando compartía la Palabra de Dios.

Externaba ese poder interno que se llama Fe.

Tu tío lo hacía por amor a Dios y a su prójimo y muchos, aún no lo hacemos hasta que el mismo Dios nos lleva a una etapa terminal o nos pase por pruebas severas. (Juan 17:20)

Creo que en tu artículo hablas poco de Dios.

Ese personaje que en ocasiones evadimos por temor a la crítica ignorante, pero Dios es más valioso que la misma vida de tu tío.

Sé, por fe, que él está allá con Dios, y orgulloso está Jesucristo de haber usado a tu tío para enviar un mensaje a su sobrina, para ella que lo difunda por toda la red.

Dios te bendiga.

Un abrazo

Poncho Machuca.