octubre 28, 2012

Señora peludita

Así como hay fracasos en el destierro de ciertas palabras resulta realmente estimulante ver el esfuerzo de mi hijo por pronunciar palabras de más de tres sílabas. La primera que le noté fue cuando me invitó: “Vamos a identificar las figuras del reloj”. Lo dijo pausado, i-den-ti-fi-car, consciente de la longitud del término, cinco sílabas que intentaban rebelarse a su lengua, i-den-ti-fi-car, pero que finalmente y en el primer intento pudo dominar. Respiré hondo y le felicité sinceramente… Pero lo más hermoso de este adquirir el español ha sido que Santi incorpora con espontaneidad sus emociones, quizá angustias, y cómo a sus cortitos tres años, trasmite a su madre significados trascendentes. Me explico. Cierto día estábamos en unos de sus predilectos juegos de persecución (correr desaforado para ver alguien lo alcanza), cuando yo, una tanto agotada, puse cara de compungida y le dije, “no te escapes de mi vidaaaa”, mientras le daba alcance y soltábamos la carcajada. Unas semanas más tarde, en verdad no fue un episodio cercano en el tiempo, cuando volvía de uno de mis periplos doctorales en el DF, teniendo abrazado a Santi, éste me dijo: “Me voy a escapar de tu vida y tu vas a estar muy triste”. Probablemente ni yo la primera vez, ni él en este remate, tuvimos conciencia de lo angustioso y desolador que sería perdernos, escaparnos uno del otro, pero nuestro corazón si lo sabía y por suerte logramos conectarlo con palabras para percatarnos de ello. No quiero terminar este post sin platicarles una de las más recientes invenciones de Santi en materia de lenguaje. Digo invención aunque quizá no sea tal, pues lo pudo escuchar de algún compañero de escuela o en algún cuento que su maestra le haya leído. Lo cierto es que no fue en casa y por eso se lo acredito como original. Pero antes un antecedente: Desde qué Santi empezaba a hablar y se daban los típicos ejercicios de “¿cómo te llamas?, “quien soy yo?”, etc. decidí hacer un truco de cariño. Quería enseñarlo a que me llamara “Mamita bella”. El aprendizaje fue efímero. El me llama con el llanísimo mamá y ha reservado lo de “Mamita bella” para platicar de mi con su abuela y acaso para llamarme personalmente así un par de veces. Pero desde la semana pasada comenzó a decirme Señora Peludita. La primera vez que lo hizo medité unos instantes si celebrar el mote juguetón pues días atrás me había llamado varias veces “Mamá pedo”; aunque admito que soy muy pedorra y Santiago ha heredado esa condición estomacal, la verdad no me hacia gracia elevar una característica tan íntima a nombre propio. Al final concluí que de “Mamá pedo” a “Señora Peludita” hay un salto de ternura, dado por ese diminutivo, al que no pude resistirme, y de hecho, se me hace la forma más cálida y juguetona que Santi pudo inventar para mi.

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