enero 26, 2012

Ayer lloré

No es poca cosa lo que ocurrió hace una semana. Por primera vez en su vida, Santiago refirió, sin preguntas ni provocación de ningún tipo, un hecho de su pasado.
Sin mediar plática y estando solo frente a su abuela, se puso a contarle: “Abella, ayer lloré”. ¿Lloraste? “Sí, lloré en mi casa”.
Hasta antes de este episodio, Santiago podía contestar con algo de verdad o precisión hechos del pasado inmediato. Cosas como ¿jugaste hoy con Izdumy y Emiliano?, ¿te gustó el jugo de arándano? ¿fuiste con tu abuela a la panadería? Pero este reporte espontáneo, triste y muy cierto, fue distinto por su exactitud, porque no fue estimulado por nada (la abuela no tenía el antecedente y no le preguntó sobre ello) y por que creo que vinculaba una experiencia emocional fuerte, que le había dejado alguna huella.
El día anterior había llorado entre desconsolado y enojado por que no me había visto en toda la tarde y cuando llegué, muy tarde a casa, apenas verme soltó el llanto. Tardó varios minutos en recuperar su equilibrio y para irse a dormir me tomó de la mano, con más cuidado de no soltarme y de no entregarse él al descanso.
Yo creí que el detalle había quedado allí, pero cuando al día siguiente le platicó a su abuela lo mal que se había sentido, me emocionó muchísimo que él empiece a descubrir que hablar no únicamente nos sirve para pedir comida, marcar propiedades, saludar o despedirse, sino para recuperar lo que nos ha pasado, lo que nos dolió, nuestra memoria.

1 comentario:

Urbi et Orbi dijo...

Ha crecido tanto Santi... lo recuerdo pequeño en tu panza y luego afuera, tranquilo, apacible, juguetón.
Ahora resulta que va construyendo memoria...

Me estoy sintiendo vieja.

Les mando un abrazo y oye, escribe más seguido.