octubre 11, 2007

The little budget of the nation

Hace un mes empecé a escuchar sobre el escandaloso reportaje de la revista Quién sobre los ranchos de Fox en San Cristóbal. Hacía meses que no compraba la revista, (aunque me confieso aficionada a revisarla) y ahora me resistía a hacerlo pero en el Sanborns estaba agotada (leer revistas gratis es lo único que Slim regala!) así que terminé por adquirirla. Quise ver por mi lo que en todos los comentarios de los opinadores profesionales de los medios de comunicación se tildaba de riqueza inexplicable, residencia de lujo y demás.
Recordé que cuando Fox dejó el gobierno de Guanajuato para irse tras su aspiración presidencial yo aun era reportera de las que hacían guardia en a.m. Ese día, recibí la encomienda de mi editora de seguir a Fox a donde fuera y cronicar todo lo que hiciera esa tarde.
Yo ya lo había estado reporteando durante la mañana y me parecía que la nota “ya la había dado”. En resumen era de esas órdenes de información que en su momento uno no entiende muy bien y sin embargo la intenta cumplir.
Así caí al rancho, no al de San Cristóbal donde el casco de hacienda era la casa familiar que aún habitaba la señora Mercedes Quesada, sino al de La Estancia, ahora retratado por Quién.
Entrar en el rancho no era difícil. De hecho los accesos estaban francos, las cercas se abrían por el que quisiera pasar y sólo recuerdo a un guardia de vigilancia.
Cuando llegamos el fotógrafo y la reportera, le pedimos al vigilante que queríamos hablar con “el gobernador”. Ya está descansando, no creo que los atienda, recuerdo por respuesta. “Bueno, entonces dígale que aquí nos vamos a quedar”, le respondí siguiendo la instrucción de mi editora. Me senté en unas piedras que había por el lugar, el fotógrafo regresó al vocho del periódico, también a esperar. Ajá, el terreno lucía seco, descuidado. Ya estaba “el lago” pero distaba mucho de ser el sitio rodeado de verdor que ahora se conoce y no, no recuerdo la alberca.
A los 15 minutos de espera, el propio Fox salió a la puerta y nos reiteró que ya no daría más entrevistas, que no nos atendería y que en un rato estaba por salir. “Sáquenos una cobija y aquí lo esperamos”, recuerdo que le dije. Fox se rió y entró a su casa. De ratito, el guardia nos hizo pasar. Entramos por el vestíbulo principal hasta el despacho. Ahora que lo veo retratado en Quién me parece muy igual: el escritorio de cristal sostenido por cabezas de caballo labradas en cantera, los libreros de madera y los libros, los mismos al parecer: una colección breve de enciclopedias escolares y una serie de grandes obras de literatura que se coleccionaban en los ochentas! Lo que sí falta es una gran lámpara cuya base era una botella de cocacola gigante sobre la que ese último día de Fox gobernador el personaje me estuvo contando.
Mientras Fox escuchaba a una de “sus artistas favoritas” Paloma San Basilio, traté de mirar todo, de memorizar los detalles. Seguramente hoy he perdido la mayoría de ellos, pero bien claro tengo que se trataba de una casa modesta, de una planta, oscura y un poco abandonada en su mobiliario y decoración. En retrospectiva, puedo afirmar que Fox parecía desprendido de la necesidad de mostrar su casa.
No recuerdo mucho la plática, pero sí que estuvimos unos minutos allí, como visitas. Luego salimos, él en su camioneta y nosotros en vocho tras de él. Pasamos a la Comercial Mexicana porque el entonces candidato quería comparar precios para comprar una caminadora. “Me tengo que ejercitar porque el camino es largo”, me dijo más o menos. Luego lo acompañamos al aeropuerto. Iba a recoger a sus hijas que volvían de Europa. Allí se encontró con Lilián. Me sorprendió que a pesar de ser conocida su separación, en todo momento se mostraban como pareja, como familia.
En fin. Era otro tiempo. Era otro Fox. Y este post quiere hablar del de ahora.
Veo el reportaje de la revista Quién y los comentarios que desató y lo primero que me pregunto es ¿qué es el lujo? Se de la propensión de los periodistas por usar calificativos imprecisos, subjetivos. Y también, corroboro la debilidad de editores en todos los niveles y medios, por no corregir esto.
Veo el rancho La Estancia y admiro la mano de un buen arquitecto que transformó un lugar lúgubre en una residencia luminosa. Sinceramente yo, en la misma revista Quién he visto casas “más lujosas” que la de Fox.
Con ello no quiero decir que le creo a Fox en el sentido de que esa transformación de sus bienes y de su posición, no es fruto más que de su trabajo. Cada vez se conocen más indicios que ponen en cuestión que toda la catadura moral de su familia que Vicente presumió -y que muchos creímos- no fue suficiente para blindarlo ante lo subyugante que ha de ser el poder, sobre todo mediado por la voz, influencia y debilidades de Martha, su mujer.
Lo que me entristece es ver al Fox de ahora. Primero diciendo que todo es bien habido y luego que no tiene nada. Primero que la bulla es de los periodistas que “hasta lo que no comen les hace daño” y ahora que las críticas vienen de sus opositores políticos.
A mí, más que “el lujo” que se trasluce en las fotos de Quién, me ofende que la casa de Fox tenga un verdor que es impensable para sus vecinos de La Estancia, porque él tiene el agua que los demás no.
A mí, más que las pugnas por que se investigue el “enriquecimiento” de Fox, me inquieta que no haya ningún órgano del Estado confiable para hacerlo y muy poquísimos medios de comunicación que se empeñen en documentar más que en calificar.
A mí, me sorprende los cambios de un Fox que lejos del ejemplo de sus hermanas Martha y Susana, que se comprometen con acciones sociales sin requerir de los reflectores, él se empeñe más en cacarear que en poner el huevo.
Finalmente, a mí me molesta que Fox disfrute hoy de un sueldo generoso por no hacerle ningún servicio al país, por gastar, “the little budget of the nation” (Fox dixit), únicamente en vanagloriarse de su vacuidad.

4 comentarios:

Gibelius dijo...

Tienes razón: lo ofensivo no es que haya areglado su casa sino que disfrute de un bien que no se comparte con los demás. Recuerdo las discusiones alrededor de la construcción de un club de golf en Tepoztlán; uno de los argumentos de la población para oponerse a su construcción (para horror de quienes nunca han sufrido por la falta de agua) era que el agua que se iba a utilizar para mantener siempre verde al pasto, era necesaria para el bienestar de la comunidad.

Respecto a la vacuidad de los personajes, Fox me recuerda a Lascuráin (¡¡¡¡cuántas ganas tengo que la obra venga a León, y con Héctor Bonilla!!!!): un hombre bien intencionado que se mareó con las alturas de la silla presidencial.

Pillo dijo...

Yo de verdad creo que este hombres es un asno y oirlo hablar me enferma, me enferma su mujer sobre todo y sus hijastros..pero no me sorprende que no comparta..eso no es nuevo..me encabrona pero no me sorprende...porque siempre ha sido así...hace un mes que fuí al DF vi la casa de MIguel Aleman en Satelite...no, no,no..esa si era una mansion....está más grande que el rancho yo creo...en fin...cual ex presidente no goza de todo esto?....

Anónimo dijo...

Yo, como tu, fui al verdadero rancho de Fox, el andaba de candidato a la presidencia, llegue junto con Oscar Mireles (hoy fotografo de Reforma) para entrevistarlo sobre la última encuesta donde dejaba atrás a Cárdenas y se le emparejaba a Labastida, recuerdo que llegamos y así, sin nadie que nos dijera nada nos metimos al rancho, era un rancho seco, con tierra, árboles frondosos...sin grandes lujos vamos, Fox nos sorprendió cuando llego a caballo solo, nos dio la entrevista, no había Hummers, no había jeeps, vamos no recuerdo más que una sola camioneta. Era un Fox que agradaba, un Fox ranchero, era como el candidato que todos queríamos ver....hoy todo eso cambio, el rancho ya es como el de Vicente Fernández o Joan Sebastián, ahora hay Hummer, ahora hay jeep, ahora hay más caballos, ahora es verde, ahora se ve nuevo, ahora se ve prosperidad... vamos ya hasta hay señora en el rancho.
Definitivamente las cosas cambiaron. Por cierto creo que muchos reporteros, sobre todo los de medios nacionales aún no distinguen entre la casa de Fox, la comunidad de San Cristóbal, el rancho de Fox y la casa de la mamá de Fox. Son lugares distintos.

Sariks dijo...

Es muy cierto y absolutamente relevante lo que dice Claudio en su comentario: los reporteros sobretodo nacionales (y ni se diga los opinadores profesionales) no conocen ni distinguen entre rancho de Vicente Fox, rancho de los Fox (la familia), rancho San Cristóbal, rancho La Estancia, ni nada. Por ello, creo que se facilita que una realidad inquitante como es la transformación y/o enriquecimiento de las propiedades del expresidente Fox se magnifique, se distorsione y por ende no se entienda y probablemente no se llegue a aclarar. Y ni hablar, creo que hay que exigir más a quienes leemos, a que den prueba de que han estado allí, de que saben de lo que hablan. En estos, y en el resto de los temas
Gracias Claudio, gracias a todos los que pasan por aquí.